Este método tiene una larga andadura en cuanto a sus testimonios, pero la gran mayoría de ellos no están bien documentados. Las primeras acreditaciones de su aplicación, son de mediados del siglo veinte, cuando el psiquiatra Boris Levinson publicó en una revista especializada, un artículo titulado “El perro como coterapeuta”. Levinson descubrió por casualidad, el efecto beneficioso que producía su propio perro, Jingles, en uno de sus pacientes. Aplicó estas técnicas en el tratamiento de los niños que acudían a su consulta, convirtiendo así a Jingles, en el primer terapeuta de cuatro patas de la historia.
Los pasos de Levinson abrieron un camino, insospechado hasta entonces, que ha sido continuado por terapeutas de todo el mundo. Aunque ya no sólo se utilizan perros, sino también delfines, caballos, y otros animales de compañía, e incluso de granja. Cada una de estas especies animales presenta una aptitud y características especiales, para abordar y contribuir al proceso terapéutico.
En esta terapia asistida por animales, el trabajo se lleva a cabo por un equipo multidisciplinar, en el que participan distintos profesionales sanitarios, como psiquiatras, psicólogos, terapeutas y veterinarios.
Los animales que son destinados a este tipo de tratamientos, tienen que cumplir unas condiciones tanto en el plano fisiológico como emocional, buscando animales sanos física y psíquicamente. Una vez realizado este primer examen, se selecciona y se entrena a los individuos más idóneos.
Los objetivos de este tipo de terapia, son tan amplios como patologías pueden tratarse. Por un lado, podemos obtener beneficios psicosociales de los pacientes. Entre ellos, una mejora de la autoestima, un avance en su capacidad de tomar de decisiones, un desarrollo del pensamiento positivo, y una mejor comunicación y relación con el entorno. Este contacto con el animal, permite un acercamiento del paciente con el profesional que lleva a cabo la terapia. El animal representa un vínculo de unión entre ambos, que puede hacer que el enfermo salga del aislamiento interno en el que se encuentra inmerso, facilitando la comunicación.
Por otro lado también existen unos objetivos en el ámbito físico, como la recuperación motora, la mejora de la autonomía, o la mejora de la calidad de vida. Estos variarán en función de la patología que se esté tratando.
Además, pueden establecerse unos objetivos en el ámbito emotivo, como pueden ser, el satisfacer las necesidades afectivas y de autorrealización del paciente, o aliviar su soledad.
Los beneficios de estas terapias con animales van destinados a patologías o necesidades en muy distintos grupos de personas. Entre otros, centros de educación especial, personas mayores, centros penitenciarios, y personas con minusvalías.
Los perros, por sus características intrínsecas, son unos animales excelentes para actuar en estas terapias asistidas. Su carácter amable y dócil con el ser humano, su aptitud obediente y su facilidad para aprender, los hacen ideales para este cometido.
La selección de los individuos más adecuados para cada tipo de terapia, se realiza sometiendo al animal, a una serie de pruebas que nos determinan su aptitud. En primer lugar, se les realiza una prueba médica, una especie de chequeo, en el que el veterinario lleva a cabo un exhaustivo examen de la salud física del animal. Se comprueba la ausencia de enfermedad, haciendo hincapié en las zoonosis, o enfermedades transmisibles al hombre, y llevando acabo las vacunaciones, y las oportunas desparasitaciones. Este seguimiento médico por parte del veterinario, se irá realizando de forma periódica durante toda la vida del animal, para garantizar su estado sanitario.
Por otra parte, el perro es evaluado también psíquicamente, mediante una serie de test con los que se determina su comportamiento, sociabilidad, habilidades, y su potencial para la terapia asistida. El fin de estas pruebas es encontrar perros equilibrados, que sean capaces de mantener una buena relación con el ser humano, y que puedan aprender con facilidad las tareas que se les encomienden.
Una vez superadas estas pruebas, los animales seleccionados suelen pasar a una etapa de preparación o educación. En este periodo, además de aprender juegos específicos, se desarrolla la convivencia en ambientes familiares como pauta prioritaria. El perro aprendiz tiene que adaptarse a residir durante un tiempo con una familia de acogida. Le servirá para aprender por un lado, a relacionarse y convivir con el ser humano en todas sus etapas: niños, jóvenes, adultos y ancianos. Y por otro, a compartir su espacio y vivir en colectividad.
Una vez instruido, el perro pasa a formar parte del equipo multidisciplinar que se encargará de la terapia asistida, y en el que están incluidos distintos profesionales del sector sanitario: terapeutas, psicólogos, psiquiatras y veterinarios, trabajando todos ellos en conjunto.
El perro, con su capacidad de empatía, establece rápidamente un vínculo de afecto con la persona con la que se relaciona, ofreciéndole una compañía desinteresada, fiel, y entusiasta, haciendo de nexo de unión del enfermo con su terapeuta. Con una fidelidad incondicional, acepta al ser humano tal y como es, sin juzgar su aspecto físico o psíquico. El perro se convierte en estos casos, en el compañero de juegos, el amigo fiel, y el mejor sanador de ciertas dolencias.
Puede dirigir sus consultas al Colegio de Veterinarios de Alicante enviando un mensaje a la siguiente dirección: secretaria@icoval.org