En demasiadas ocasiones, la elección de un animal de compañía sigue realizándose de una manera poco estudiada. Así suele ocurrir también, en el caso de la elección de un gato. Hay quienes tienen claro que su animal soñado es un felino. Otros muchos, acaban considerando al minino como una posibilidad real a sus circunstancias, tras darse cuenta de lo adecuado que es este animal, para nuestro actual estilo de vida.
Pero... ¿qué gato?, ¿macho o hembra?, ¿pelo largo o corto?, ¿comprado o adoptado?, ¿de raza o mestizo?
Un gato no es un animal de compañía de segunda categoría, aunque muchos lleguen a él al darse cuenta, que no pueden encargarse de las especiales necesidades de un perro. Hasta el punto que en muchos países de nuestro entorno, el gato es ya la primera opción entre todas las mascotas.
Existen publicaciones en las cuales pueden encontrar las características específicas de cada raza. Pero... ¿son suficientes estas informaciones, para confirmar el tipo de comportamiento de un ejemplar? Por desgracia deberíamos decir que no. El carácter de un gato, no sólo depende del estándar racial de su comportamiento, sino también de qué línea proceda ese ejemplar, del tipo de selección que realiza el criador, de qué potencia y qué intenta evitar en la crianza. Podemos predecir ciertas características, pero determinados comportamientos, pueden estar más influidos por el ambiente en el que se han desarrollado los gatos jóvenes, que por su genética.
Los gatitos son más receptivos a la socialización con seres vivos, de su misma y distinta espacie, entre la segunda y la séptima semana de edad. Es pues fundamental que tengan un contacto suficiente con el género humano, antes de cumplir las siete semanas. El no cumplimiento de una pauta tan importante para el futuro comportamiento del animal, puede provocar adultos insuficientemente socializados, con los que es difícil o imposible trabajar para corregir problemas.
Sobre los distintos conflictos que pueden crear los gatos en su convivencia con el hombre, podemos citar a los problemas de comportamiento relacionados con las conductas sexuales. Estos pueden hacer recomendable plantearse seriamente su esterilización, siempre y cuando no vayan a dedicarse a la crianza.
Con ello conseguimos que el olor de la orina de los machos no sea insoportable, y disminuir conductas como las de la lucha, marcar con orina, y el vagabundear. En el caso de las gatas, la esterilización reduce todas las conductas molestas presentes en el celo.
Otra cuestión importante es el hábito de marcaje de territorio, con el contenido de unas glándulas que tienen en sus patas. Esta práctica también produce un marcaje con señales, hecho con las uñas, y un serio trastorno al mobiliario de su dueño. Pero esto tiene una sencilla solución, como es acostumbrar al gato al uso de rascadores, desde su más tierna infancia.
Puede dirigir sus consultas al Colegio de Veterinarios de Alicante enviando un mensaje a la siguiente dirección: secretaria@icoval.org