La llegada de un cachorro a una casa suele ser todo un acontecimiento. Aunque él llegue mareado del coche, desorientado, con muchas caras nuevas a su alrededor... y volando de brazo en brazo. Lo habitual es que poco después de su llegada, intente conocer su nuevo hogar, olfateando a discreción.
Hay quien incluso recomienda, seguir al animal en su paseo de inspección a cuatro patas, para ver qué se va a encontrar, y poder evitar sustos y accidentes. Como los producidos tras el mordisqueo de los sugerentes y colgantes cables del televisor, o del equipo de música.
Cuando el cachorro esté más tranquilo, le ofreceremos agua y algo de su comida. Pero comedero y bebedero, no estarán en cualquier sitio: desde el primer momento hay que dejar claras sus zonas. Este será un emplazamiento de fácil acceso y cómodo de limpiar. Habrá otros dos lugares importantes: uno, la zona de descanso, en una zona tranquila y separada del resto. En el mercado existen cojines y habitáculos de todas las formas y colores. Y ya sólo falta el más conflictivo... su retrete.
Mientras que el animal haga sus necesidades en casa, hay que tener clara una ubicación para este menester, independiente y de libre acceso para él, en cuyo suelo pondremos papeles de periódico. Lo normal es que el cachorro no entienda lo que se pretende de él. Por ello, hay indicarle lo que debe hacer.
Cuando haga sus necesidades en otro sitio, debemos coger con un papel una muestra de éstas, y dejarla sobre los periódicos asignados como retrete. No es un procedimiento agradable, sobre todo para primerizos, pero es lo más adecuado. Otra opción es llevar al animal inmediatamente después de comer y beber, al entorno próximo a los papeles; en pocos minutos, entre 5 y 15, se suele poner a la faena. En ese momento lo pondremos encima de los papeles, y al terminar, le felicitaremos por su limpia demostración. Ahora bien, el aprendizaje llevará su tiempo.
Si el animalito es pillado in fraganti pasando por alto su zona higiénica, debe ser reprendido. Un zarandeo cogido por la piel del cuello, o un enérgico “no”, será suficiente, tras lo cual lo llevaremos al papel. Por ello no son necesarios métodos como restregarle el hocico por los excrementos. Eso sí, nuestra reacción no sirve de nada si han pasado varias horas desde que ocurrió. Ellos no tienen una memoria como la nuestra, y una reprimenda que no sea inmediata, sólo les produce desconcierto.
Si establecemos estas sencillas pautas desde el primer día, si las cumplimos con paciencia y cariño, estaremos sentando las bases de una gran amistad, y una cómoda relación.
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