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Odontología: la importancia de la higiene dental

La boca es la puerta de entrada al organismo de virus, bacterias, hongos y parásitos que se encuentran en el medio ambiente y que pueden provocar serios problemas de salud en las mascotas. Por tanto, es fundamental tomar las medidas necesarias para mantener esta puerta lo más cerrada posible. Si no se toman las medidas pertinentes pueden sufrir problemas como caries, infecciones generalizadas cuando una bacteria pasa al torrente sanguíneo o incluso una agresión causada por el dolor y la inflamación.

¿Cuándo empezar?
Se aconseja enseñar a los niños a usar el cepillo de dientes cuanto antes, y es imprescindible que se los laven activamente en el momento en que empiezan a comer sólido. Con los perros se recomienda hacer algo parecido. Cuanto antes se acostumbren, mejor para todos; entre las 8 y las 12 semanas de edad es un buen momento. Es recomendable hacerlo dos o tres veces a la semana para que se familiaricen con este hábito. Sin embargo, en el momento en el que empiezan a cambiar la dentadura de leche por la definitiva conviene tener cuidado, puesto que las encías estarán muy sensibles y podríamos causarles dolor.
 

Una vez que el animal tenga la dentadura definitiva hay que retomar este hábito e incluirlo en la rutina semanal (la frecuencia debe adaptarse según las necesidades específicas de cada ejemplar). Como referencia podemos decir que el cachorro de tres semanas ya tiene 28 dientes de leche y entre los seis y los ocho meses tendrá los 42 dientes que debe mantener durante toda su vida.

¿Cuál es el objetivo del cepillado?
El objetivo del cepillado es reducir la acumulación de placa dental en la superficie de los dientes. Sin embargo, el propietario debe tener presente que, a pesar de cepillar los dientes de su mascota a diario, puede necesitar una limpieza profesional en un momento determinado. Lo que sí conseguiremos es reducir de manera considerable la frecuencia de dicha limpieza, lo cual es beneficioso ya que im¬plica la sedación o anestesia de la mascota, y por tanto siempre hay un pequeño riesgo. 

Por otro lado, si el propietario se acostumbra a manipular la boca de su mascota podrá detectar cualquier anomalía que sufra esa zona.

¿Cómo hacerlo?
Para empezar, enseñaremos al cachorro a dejarse manipular la boca. Para eso le agarraremos del morro y le levantaremos los labios desde el lateral de la cara. Lo ideal es hacerlo siempre a la misma hora o momento del día. Un truco es asociarlo a un momento previo deseado por el animal (antes del paseo, antes de comer…).
 

Cuando se haya acostumbrado a que se le manipule la boca, el propietario debe comenzar a frotar suavemente con su dedo cubierto por una gasa mojada en agua los dientes y las encías. Cuando el animal acepte con normalidad este proceso, se puede pasar al cepillo. Se recomienda alternar mimos y caricias mientras se cepillan los dientes para asociarlo con algo placentero. Al terminar le podemos ofrecer alguna recompensa (un paseo, un juguete, momento de juego…).

El cepillo
Aunque se podrían utilizar cepillos de personas, es mejor utilizar uno especialmente diseñado para mascotas. Están diseñados con cerdas suaves, rectas, con extremos redondeados y dispuestas en múltiples grupos. Además, el tamaño de la cabeza del cepillo debe ser acorde al tamaño del perro.
El cepillo se debe coger en un ángulo de 45 grados y comenzar a frotar suavemente los dientes, prestando especial atención a la línea entre diente y encía.

La pasta dentífrica
No se recomienda utilizar pas¬tas para humanos, ya que su contenido en flúor puede llegar a provocar problemas de toxicidad, vómitos y diarreas. Los perros no saben enjuagarse y escupir, de modo que suelen tragar parte de la pasta. En el mercado existe una variada selección de pastas dentífricas específicas para mascotas.
Las pastas con sabores adaptados a los gustos de los animales hacen más llevadero este momento y aumentan la efectividad del cepillado (responsable de la mayor parte de la limpieza).

¿Qué pasa si no se limpian?
Una boca mal cuidada acumulará placa dental, una fina película de microorganismos (sobre todo bacterias) que se depositan en la superficie de los dientes. Estas bacterias están inmersas en una especie de cemento o matriz formado por sustancias que proceden de la saliva como proteínas, lípidos y compuestos inorgánicos como el calcio o el fósforo. Esta placa es, en principio, un medio de defensa que tiene la boca para prevenir la colonización de microorganismos perjudiciales. Sin embargo, las bacterias se multiplican y, junto con los depósitos de partículas de alimentos, pelos, etc., puede provocar una inflamación de la encía denominada gingivitis. Cuando se endurece se transforma en sarro, una acumulación de sales de calcio y fósforo.


Junto con la inflamación de la encía vienen asociados problemas de mal aliento (halitosis), pérdida de dientes y dolor de encías o dificultades para comer.
Parece una tontería, pero un aseo bucal deficiente puede degenerar incluso en enfermedades más graves que afecten al riñón, al corazón o al hígado.
Más vale prevenir que curar; es la mejor arma para que tu perro llegue a la vejez con los dientes y las encías sanos.


El cuidado de la higiene bucal semanal es responsabilidad del propietario, ya que los perros no pueden hacerse cargo. Es conveniente que el veterinario revise la boca cada seis meses.
 

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