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¡Qué olor!

El mal olor oral es el primer síntoma de un problema que hay que considerar. Habitualmente es consecuencia del metabolismo bacteriano de las colonias de gérmenes acumuladas en la placa dental, encías y en la parte posterior de la lengua. Bacterias, partículas de alimento y saliva acumuladas en la encía forman una capa fina llamada placa, que es un excelente medio de cultivo para las bacterias. Si la placa no es eliminada, se mineraliza y se convierte en sarro dental, más difícil de quitar. Pero también puede oler mal como consecuencia de algo que el animal ha ingerido o incluso por la presencia de una patología.

Un perro con halitosis despide un olor desagradable cuando respira, pero si no responde a una enfermedad, es posible evitarlo. A menudo se debe a una higiene bucal deficiente o a ciertos hábitos alimenticios poco saludables. Si a pesar de mantener la salud bucal mediante el cepillado y corregir la dieta el mal aliento persiste, puede deberse a enfermedades graves que afec¬tan al aparato digestivo y a otros órganos. En estos casos, la intervención veterinaria es esencial.

Señales de alarma
Descuidar la higiene bucal tiene consecuencias que se manifiestan pronto: un alto porcentaje de perros presentan problemas dentales a partir de los tres años y los gatos comienzan antes, a partir de los dos (en parte porque sus hábitos alimenticios incluyen dietas blandas con más frecuencia).
 

En una boca sana las encías tienen un tono rosado, no debe haber sarro, no suele desprender mal olor, ni el animal manifiesta dolor al tacto.
 

- Placa dental y sarro: es uno de los primeros síntomas que delatan que la higiene bucal no es correcta. Es una sustancia pegajosa marrón claro que se acumula en el borde de las encías y se mineraliza.
- Gingivitis y periodontitis: infecciones e inflamaciones en la boca por múltiples posi¬bles causas. Puede haber sangrado de encías.
- Bultos en la boca y abscesos: objetos incrustados (espinas, espigas…), neoplasias benignas o no…
- Enfermedades internas: insuficiencia renal, problemas gastrointestinales, cáncer, diabetes, uremia, etc. Fracturas de piezas dentales o incluso mandibulares.
- Retención de dientes deciduos: habitual en razas miniatura como el Yorkshire Terrier, Pekinés, Pomerania, etc.

Tratamiento y prevención

1. Limpieza bucal indispensable
La limpieza de los dientes, tanto del perro como del gato, debe incluirse en la rutina de higiene, ya que es una forma de asegurar su salud. Lo más recomendable es cepillar los dientes con una pasta dentífrica con regularidad: una o dos veces a la semana debería ser suficiente. Es una responsabilidad del propietario y conviene acostumbrarlos lo antes posible, desde cachorros, ya que en la edad adulta, especialmente los gatos, no colaborarán. Comienza levantando los labios por cada lado de la boca y frótale con un paño enrollado en tu dedo. Cuando se haya acostumbrado adquiere un cepillo dental suave y posteriormente pasta dentífrica específica.


Cuando el sarro se han instalado en la boca de la mascota es preciso acudir a un veterinario para que le realice una limpieza bucal (bajo anestesia general) acompañada de antibióticos orales. Se realiza con un aparato de ultrasonidos similar al empleado por los dentistas.

2. Una alimentación adecuada
La primera norma de la dieta para perros y gatos con problemas de halitosis es evitar la alimentación blanda, ya que favorece la acumulación de la placa. En general las bolas de pienso comercial actúan como un cepillo natural, ya que al frotarse contra los dientes ayudan, en parte, a prevenir la formación de sarro y placa bacteriana. Esto, no obstante, en ningún caso sustituye a una buena higiene bucal, sino que la complementa. Si el problema ya se ha instaurado, en el mercado podemos encontrar dietas específicas para combatirlo cuya textura es más dura, su diseño favorece la abrasión mecánica y contienen minerales limpiadores.

3. Golosinas y juguetes
En el mercado hay snacks “dentales” y accesorios especialmente diseñados para controlar la formación de placa bacteriana. Los primeros suelen ser crujientes o bien flexibles y ejercen su efecto preventivo por efecto mecánico durante la masticación. Además incluyen algunos ingredientes que permiten controlar los gérmenes propios del sarro y del mal aliento.


La forma y material (goma, caucho, cuero duro) con el que se diseñan determinados juguetes permiten que mientras los animales los mordisquean se ejerza un efecto de cepillado en dientes.

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