La Semana Santa ha sido durante mucho tiempo el gran momento del pescado en la cocina española. La tradición católica imponía la obligación de no comer carne desde el comienzo de la Cuaresma y el recetario popular se llenó de soluciones para satisfacer al paladar y a la Iglesia recurriendo a las proteínas acuáticas. España sigue siendo, por esta y otras razones, uno de los grandes países ’piscívoros’ del mundo. Pueden ser estas fechas un buen momento para saber de dónde viene nuestro pescado y cuánto nos cuesta.
Cada año se consumen en el mundo 140 millones de toneladas de pescado, lo que significa que con una población de 7.000 millones de personas, tocamos a unos 20 kilos por persona y año. Una media que en el caso de España se eleva hasta los 42 kilos por persona y año.Nuestro país está a la cabeza, junto a Portugal (52 kilos) y Noruega (51 kilos), en el consumo per cápita en Europa y está muy por delante de la media de la UE (25,7 kilos) o de países como Alemania, donde sus habitantes no pasan de los 14 kilos de pescado al año.
En España, el nivel de consumo va acorde también con el volumen de la industria asociada. Con 11.000 buques operativos, nuestro país es la gran potencia pesquera de la UE, a la que aporta el 15% del empleo en el sector, el 13% de los barcos y el 25% de capacidad de captura. Nuestros barcos traen al mercado cada año 865.000 toneladas de pescado y esa actividad mantiene un sector que da empleo directo a 51.000 tripulantes y, de forma indirecta, genera en torno a los 160.000 puestos de trabajo, según datos de la Confederación Española de Pesca (Cepesca), la patronal que aglutina a la mayor parte de la industria.
Límites en las capturas
Dada su importancia en el conjunto de la UE, es normal la preocupación con la que el sector español está afrontando el proceso de reforma de la Política Pesquera Común (PPC), actualmente en plena negociación, y que marcará las pautas de trabajo para el periodo 2014-2020. El Consejo de Ministros Europeo llegó en febrero pasado a un principio de acuerdo para ajustar el volumen de capturas hasta límites que permitan la renovación de las pesquerías. También pretende reducir las capturas accidentales y el descarte de peces no deseados, una práctica que provoca que miles de toneladas se tiren cada año al mar sin ser aprovechadas.
El Parlamento Europeo, la Comisión Europea y el Consejo de Ministros negocian ahora para dejar sentadas las bases de funcionamiento del sector. La principal motivación de esta reforma, según ha asegurado la comisaria europea de Pesca, la griega Maria Damanaki, es asegurar la viabilidad de un sector cada vez menos rentable debido al agotamiento generalizado de las pesquerías.
"Hemos estado pescando demasiado. Hemos tirado por la borda las capturas que no queríamos. Y hemos permitido que la flota se haga obesa. Tenemos que romper el círculo vicioso: hay cada vez menos peces, así que dedicamos más esfuerzo y potencia a pescar, lo que provoca que haya todavía menos pescado, lo que obliga a aumentar la potencia y el esfuerzo, y así continuamente", asegura Damanaki.
La Comisión Europea maneja estudios que aseguran que, de seguir la pauta actual, en 2022 sólo ocho de las 136 pesquerías europeas estarían en un nivel sostenible. Existen numerosos análisis que alertan sobre el declive de los caladeros a nivel mundial. El último de ellos, también manejado por la Comisión Europea, es el World Ocean Review, llevado a cabo por diversos organismos científicos alemanes, que asegura que el 25% de todas las especies comestibles del mundo están sobreexplotadas y otro 30% está en peligro de llegar al mismo punto.
En los caladeros europeos, la situación es peor. El International Council for the Exploration of The Sea (ICES), asesor científico para pesca de la UE, considera que el 88% de los stocks comunitarios están sobreexplotados y un 30% está en riesgo de colapso, es decir, de llegar a un nivel en el que la recuperación sea difícil aunque se dejase de pescar.
Las capturas se multiplican por cuatro
El gran crecimiento mundial de la pesca en las últimas décadas explica el que hayamos llegado a esta situación. Las capturas se cuadruplicaron desde 1950 hasta 1990, según el World Ocean Review, para ascender desde los 20 millones de toneladas anuales en todo el mundo hasta los 80 millones. El 75% de las capturas se destina a consumo humano (la mitad en fresco, la cuarta parte en congelado y otra cuarta parte enlatado) y el otro 25% se dedica a fabricar harinas de pescado, usadas en gran parte en la acuicultura. Ésta también ha crecido, a un ritmo de hasta el 7% anual, hasta llegar a suponer ahora mismo el 40% del pescado que se come en todo el mundo. La acuicultura, sin embargo, no ha disminuido las capturas, sino que las ha aumentado. Como la mayoría de los peces que se cultivan en granjas son predadores y carnívoros, hay que alimentarlos con más peces, con ratios de eficiencia que pueden llegar hasta los cinco kilos de pescado gastado en producir un kilo de pescado de acuicultura. Todo ello incrementa las capturas totales y, según las evidencias científicas, la sobrepesca.
La lógica indica que la actividad es, cada vez, menos rentable y sostenible y la realidad es que, en buena parte, son los subsidios y ayudas públicas las que ayudan a sostener la industria pesquera. Según el Banco Mundial,cada año se destinan 10.000 millones de dólares en todo el mundo a rebajas en el precio del combustible, programas de modernización y otras ayudas para el sector pesquero. Para hacerse una idea del alcance de esas ayudas, hay que considerar que el valor de las capturas desembarcadas anualmente en todo el mundo asciende a los 90.000 millones de dólares. China, con 14 millones de toneladas y 12 millones de empleos, es ya la gran potencia pesquera mundial y la que consigue la mayor parte de ese pastel.
El Banco Mundial considera que el esfuerzo pesquero global tendría que reducirse entre un 44% y un 54% para conseguir la eficiencia y la rentabilidad a largo plazo. En caso contrario, calcula que las pérdidas de beneficios debidas a la sobrepesca y al descenso de capturas y de la rentabilidad ascenderán a 50.000 millones de dólares, más de la mitad de los ingresos actuales.
El Banco Mundial pide reducir la pesca
Es en ese panorama global de mares sobreexplotados en en el que Europa está llevando a cabo su reforma de la Política Pesquera Común. El primer objetivo es conseguir que las capturas se sitúen en el Rendimiento Máximo Sostenible, es decir, la cantidad máxima de pescado que se puede retirar consiguiendo que el stock permanezca estable y permita sacar la misma cantidad de pescado año tras año. Sería todo un cambio respecto a la política actual, pues sistemáticamente la UE ha huido de los consejos científicos. Cada año, la Comisión Europea hace recomendaciones sobre las cuotas de pesca de cada especie (Total Allowable Catch o TAC) al Consejo de Ministros basándose en los datos aportados por la ciencia. Pero como cada ministro intenta obtener el máximo TAC para su país, la realidad es que, cada año, el Consejo de Ministros ha estado permitiendo de media pescar un 48% de lo que aconsejaba la ciencia.
La actual reforma en curso de la Política Pesquera Común intenta terminar con esa tendencia. El Parlamento Europeo votó en febrero pasado, por amplia mayoría, a favor de que para 2020 todas las pesquerías de la UE se gestionen de tal modo que se asegure Rendimiento Máximo Sostenible y la sostenibilidad a largo plazo de los caladeros. El Consejo de Ministros debate ahora sobre los plazos de aplicación, pero no sobre el hecho esencial de que debe ser el objetivo a alcanzar.
La propuesta inicial de la Comisión Europea era acabar también radicalmente con los descartes de pesca, el pescado que se arroja al mar por no ser la especie objetivo o porque, aunque sea material con valor comercial, el barco no está autorizado a capturarlo o ha superado la cuota que tenía pemitida. El pasado febrero, tras una larga negociación, los ministros de la UE llegaron a un principio de acuerdo. No habrá un prohibición total pero sí se obligará a reducir progresivamente los descartes hasta lograr que supongan un mínimo del 7% de las capturas.
El acuerdo es un término medio entre los diversos intereses enfrentados. Por parte española, Cepesca ha expresado su firme compromiso en terminar con los descartes, pero ha hecho saber que la aplicación de la norma causará problemas de adaptación en algunos caladeros y en algunos tipos de flotas. El Gobierno español, que había pedido mayor flexibilidad y una demora en la aplicación, ha expresado satisfacción porque ha conseguido que la reforma entre en vigor de forma paulatina y ha rebajado las propuestas iniciales de la Comisión Europea.
De hecho, el asunto de los descartes no consigue poner a todo el mundo de acuerdo. Mientras que hay organizaciones sociales, como el movimiento Fish for Fight, que demandan una prohibición radical de los descartes, hay otras que muestran una posición más elaborada.SEO/BirdLife, por ejemplo, ha admitido que existen en España pesquerías mixtas, especialmente en el Mediterráneo, a las que les resultaría difícil aplicar una política de descarte cero. Además, asegura la ONG científica y conservacionista, acabar de un plumazo con los descartes podría generar alteraciones.
"Desembarcar los descartes en lugar de devolverlos al mar, cuando se trata de pescado no consumible, puede ser contraproducente ya que es materia que se retira del ecosistema marino, y que podría servir de alimento a otras especies como peces, invertebrados y aves", asegura SEO/BirdLife. Además, añade la ONG, el desembarco sistemático de los descartes puede crear nuevos mercados, especialmente de productos derivados del pescado como las harinas, que de ser económicamente rentables podrían conducir a un incremento de la presión pesquera.
En ese sentido, no es extraño que uno de los primeros sectores en aplaudir el acuerdo sobre la reducción de los descartes haya sido la organización europea que aglutina al sector de abastecimiento para acuicultura.
Antes de finales de 2013, Europa tendrá lista su nueva Política Pesquera Común basada en la eficiencia y la reducción de capturas. Un reciente estudio corrobora que ese enfoque puede tener un beneficio ambiental y económico a largo plazo. Un trabajo publicado en la revista ’Global Environmental Change’ hace unos días y liderado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) asegura que aquellos países que han aplicado el Código de Conducta para una Pesca Responsable de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO) han logrado mejorar sus recursos pesqueros y están obteniendo unas capturas de mejor calidad. El trabajo analiza las capturas llevadas a cabo por 53 países y jurisdicciones, que suponen el 96% de la pesca global, desde 1990 hasta 2003, y demuestra que a pesar de que ha habido un menor volumen de capturas, la rentabilidad ha sido mayor porque el esfuerzo en obtenerlas es menor y los productos que se consiguen son especies y ejemplares con tallas más grandes y de mayor valor comercial.
Fuente: Pedro Cáceres para elmundo.es
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