Perú es víctima del ’efecto pelícano’. Desde la alerta sanitaria dada por el gobierno peruano el pasado sábado después de la muerte de al menos 5.000 pelícanos y 877 delfines según cifras oficiales, el consumo de pescado ha bajado un 30% en el país con la mayor flota pesquera del mundo, según los medios de comunicación.
La alerta recomendaba a los ciudadanos no acudir a las playas del centro y norte de Perú, decoradas macabramente por los cadáveres que dan fe de una catástrofe ecológica. A la muerte de los delfines, un goteo incesante desde el mes de enero, se unió a partir de abril la de los pelícanos. "La alerta sanitaria respondió a una medida preventiva para evitar riesgos a la salud en función a la calidad higiénica y sanitaria de las playas donde hay animales varados pero no por patógenos relacionados con la muerte de estas especies", aclaró este miércoles en una conferencia de prensa el viceministro de Medioambiente, Gabriel Quijandría. "El consumo de recursos marinos está totalmente garantizado, por lo que promovemos su consumo".
Los datos científicos existentes hasta el momento descartan que la muerte de los mamíferos y las aves estén relacionadas. Los culpables de ambos crímenes ecológicos serían distintos. Mientras la muerte de los delfines sigue siendo un misterio, la de los pelícanos apunta a la inanición.
Los análisis realizados a las aves marinas descartan la enfermedad de Newcastle, la larigotraqueitis y la gripe aviar. Los estómagos vacíos de los pelícanos, la mayoría de la última nidada, y la presencia de parásitos intestinales demuestran una lenta y dolorosa agonía provocada por el hambre.
El mar se calienta
Los cadáveres de miles de pelícanos muertos de hambre y otros muchos agonizantes regados a lo largo del litoral peruano son una cruda imagen del difícil escenario en el que se va a desarrollar la recién inaugurada temporada de pesca.
La causa, según confirmó este miércoles el viceministro de Medio Ambiente, Gabriel Quijandría, está en un anómalo aumento de la temperatura superficial del mar que oscila entre los 0,5 y los 1,5 grados centígrados. Su origen, según el comité multisectorial que tiene el encargo de estudiar el fenómeno de ’El Niño’, está en la presencia de vientos del oeste en el Océano Pacífico Ecuatorial y en la llegada a la costa norte del Perú de la onda Kelvin, asociada al temido fenómeno.
En estas condiciones ambientales, la anchoveta, principal alimento de estas aves e inversión fundamental de la industria pesquera peruana, navega en aguas profundas o emigra hacia el sur. En 1997, una mortandad similar de pelícanos anunció la llegada de ’El Niño’. De mantenerse las mismas condiciones de temperatura en el mar durante los próximos dos meses, Carmen Grados, oceanógrafa del Instituto del Mar del Perú (Imarpe), prevé el mismo escenario.
Sobrepesca en el mar más rico del mundo
Junto con el aumento de la temperatura del mar, la disminución de estas anchoas, base de la pirámide alimenticia de la corriente fría de Humboldt que baña las costas peruanas, está relacionada con la sobrepesca de la industria de harina de pescado. En 60 años de pesca industrial, las aves guaneras han disminuido en un 95% (de 40 a 2 millones de ejemplares), según revela Stephan Austermühle, de la organización Mundo Azul.
Su depredación amenaza a las 600 especies de peces y aves, además de animales en peligro de extinción como tortugas, delfines, ballenas y el pequeño pingüino de Humboldt.
El 85% de la anchoveta se destina, según el experto Alberto Almendariz, a la producción de harina y aceite de pescado, un mercado monopolizado en Perú por un oligopolio de 7 empresas que exportan estos productos a China. Sólo un 12,8% está disponible para otros depredadores, incluyendo la pesca artesanal de la que viven 15.000 pescadores, y un 2,2% sirve para que se alimenten las aves marinas. Esta sobreexplotación genera una evidente quiebra del equilibrio marino.
Las relaciones entre las sociedades privadas de Pesquería e Industrias y las autoridades que fijan cotas pesqueras para permitir un uso sostenible de la biomasa se tornan, en ocasiones, insostenibles.
El pasado 4 de mayo, la bióloga Patricia Majluf renunció a su cargo de viceministra de Pesca tras denunciar en una carta "el desorden, la corrupción y la alta influencia de grupos de poder" durante años en el sector. La ex viceministra, conocida por su defensa de los ecosistemas marinos y de un enfoque alimentario y no harinero de la pesca, denunció que le resulta imposible cumplir con sus funciones porque "las decisiones de manejo de los recursos pesqueros ignoran la mejor información técnica y científica disponible cediendo a la presión de intereses particulares".
Por su parte, la industria pesquera exige a este viceministerio aumentar la cota de pesca de la anchoveta y la merluza, el otro filón de oro de estas costas. De lo contrario, advierten millonarias pérdidas en las exportaciones.
Fuente: elmundo.es
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