El refugio de la Liga por la protección de animales y plantas situado en la barcelonesa calle Guarda Antón tiene sobre el papel capacidad para acoger a unos 90 perros y unos 150 gatos, explica Mercedes Hernández, la presidenta de la entidad, mientras que el teléfono de las instalaciones no cesa de sonar. "Y desde hace más de un año tenemos más de 140 perros y 250 gatos... y unas cuantas cobayas, algún conejo, una gaviota...".
Esta historia ilustra cómo la crisis se está retorciendo sobre sí misma cada vez con más fuerza, como una toalla húmeda que no logra librarse del agua. Los animales de compañía sufren las estrecheces como uno más de la familia: las donaciones privadas a las entidades animalistas han caído una cuarta parte, y los ayuntamientos sólo los ven cómo un modo de ahorrar. La tormenta perfecta es la puerta a un problema de salud pública.
El teléfono que no cesa de sonar es un inalámbrico en el bolsillo de Hernández. La oficina del refugio es ahora un rincón para los perros más pequeños. Ring, ring, ring... "Sólo respondo de vez en cuando -reconoce-. Cada día recibimos 60 llamadas de particulares que quieren que nos encarguemos de sus mascotas... Acabarán en la calle. Todo el mundo está saturado. Sólo las recogerán si terminan atropelladas, si dificultan el tráfico".
"Ahora nos llaman familias que van a desahuciar y se van a vivir a casa de un pariente o un amigo, inmigrantes que regresan a sus países porque ya no encuentran trabajo, personas que tienen que recortar de todas partes y ya no pueden pagar las medicinas de su animal de compañía... Son los nuevos motivos. Y en la perrera municipal tampoco cogen el teléfono, y si lo cogen pues les dicen que vengan aquí".
El refugio de la Liga tiene lista de espera: un mes y medio con suerte. Los abandonos están disparados, y las adopciones enrarecidas. El de la fundación Altarriba en el Baix Llobregat debería ser el hogar provisional de quince perros, y es el domicilio fijo de unos 70. No hay estadísticas fiables. Estos servicios son una competencia municipal que siempre ha incomodado a los ayuntamientos, una obligación que ahora ven cómo un modo de ahorrar.
En Catalunya, en verdad, el grueso de la gestión de las mascotas abandonadas corre a cargo de buenos samaritanos. El presupuesto anual del refugio de la Liga es de 400.000 euros, y la inmensa mayoría son sufragados por socios, aportados por unas donaciones privadas que no cesan de menguar. "Además, el año pasado la Generalitat dejó de prestar ayuda", lamenta Hernán- dez. "Vivimos en la improvisación. Aguantando día a día".
Las perreras estrictamente municipales son las menos. La instalaciones públicas suelen estar gestionadas por empresas ahora muy agobiadas por los problemas financieros de los ayuntamientos. Los recortes se tornan insostenibles y, por si esto fuera poco, las adopciones han desaparecido completamente y son pocos los que acuden a las perreras a buscar una mascota.
Según los agentes rurales de la Generalitat, la policía de los animales, en el 2008, a comienzos de la crisis, los municipios catalanes gastaban, en perros y gatos, 146 millones de euros. Desde entonces la cifra no ha hecho otra cosa que menguar.
"Recibimos 20 llamadas diarias de particulares que quieren entregarnos su mascota. No hay adopciones -dice Matilde Figueroa en Altarriba-. Al final quien se queda el perro es el voluntario que lo pasea. Y las donaciones privadas, la fuente de financiación de los refugios privados, de la mayoría del centenar de refugios de Catalunya, se han reducido una cuarta parte. Un problema que estamos afrontando todos. La gente no llega a fin de mes. Hace años que no pedimos ayudas públicas. Son un engorro".
La Spam, la Sociedad Protectora de Animales de Mataró, es una sociedad sin ánimo de lucro que, a través de cuatro centros de acogida públicos, gestiona los servicios de recogida, cuidado y adopción de perros y gatos de 35 municipios catalanes. Su presidenta, Silvia Serra, califica la situación como "una terrorífica hecatombe catastrófica". Tres pequeños ayuntamientos del área metropolitana han dejado de pagarles.
"Y desde hace un par de años prácticamente todos nos piden que hagamos el mismo trabajo por menos dinero. Quieren que cubramos todos los servicios por un 10% menos -prosigue Serra-. Y unos pocos municipios prácticamente han reducido nuestro trabajo a recoger los perros muertos que aparecen atropellados en las cunetas... o están buscando empresas que trabajan a precios mucho más baratos. Es un momento dramático para todos los que nos dedicamos a los animales de compañía".
"Hace poco teníamos 52 empleados, pero tuvimos que despedir a cuatro y luego unos cuantos más. Estamos buscando nuevas formas de financiación. Estamos al límite, en todos los sentidos. No podemos atender más llamadas. No podemos atender a más particulares. Sólo podemos coger perros de raza, de determinadas razas, los perros más populares, los únicos con posibilidades de ser adoptados. Tenemos 40 años de historia y esperamos aguantar esta crisis".
Fuente: Luis Benvenuty para lavanguardia.com
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