Las últimas lluvias caídas no sólo han traído más mosquitos, sino que han retrasado la llegada de medusas a la costa por el efecto barrera. La explicación es que «las abundantes precipitaciones de la primavera han hecho una especie de barrera de salinidad por la cual las medusas no han llegado a la costa», explicaSergio Rossi, especialista en estos organismos marinos del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales, de la Universidad Autónoma de Barcelona.
«No quiere decir que sean menos –prosigue–, sino que llegarán más tarde. Así, este año en vez de llegar a la costa en mayo o incluso en abril, llegarán a lo largo del mes de agosto. Por eso, este año todavía no se han visto medusas cerca de la playa». «Pero no quiere decir que no haya. De hecho, hay concentraciones importantes», avisa Rossi.
Avistamientos
Verónica Fuentes, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar, en Barcelona, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), acaba de volver de una campaña de avistamiento de medusas por la costa catalana. Ella respalda la misma teoría. «No le puedo decir el número de medusas que hay por m2, ya que saber esa cuantía llevará un año. Pero sí que no están llegando a la costa por la diferencia de salinidad que encuentran entre alta mar y la costa por las lluvias tardías y porque los vientos predominantes este año no han sido de mar a tierra», precisa Fuentes.
Desde que partiera de Barcelona el pasado 15 de junio, Fuentes y el resto del equipo han realizado más de 100 paradas tomando muestras a distintas profundidades y distancias de la costa y «en el 80 por ciento de las estaciones había medusas. Hemos avistado más concentraciones en la zona sur, desde Blanes hasta el Delta del Ebro. Sobre todo, ejemplares de Pelagia noctiluca», asegura. De hecho, «si sólo un uno por ciento de las medusas localizadas en mar abierto llegara a la costa sería una catástrofe», explica.
Hoy las muestras tomadas esperan en botes impregnados con formol. Los datos que se extraigan permitirán conocer la cantidad de medusas que hay en este momento, y comprobar si se repiten o no los mismos patrones. Ahora bien, ésta es la primera vez que hacen una campaña de costa a alta mar, con el apoyo de la Agencia Catalana del Agua. «En la última década se han detectado más medusas que nunca a nivel de costa. También existe una tendencia de tres o cuatro años de más ejemplares en la costa en julio y agosto y otros años de pocas, pero esta tendencia es variable», añade.
Aunque existen en el mercado cremas y geles repelentes, en caso de picadura es recomendable aplicar agua salada sobre la zona afectada, nunca agua dulce. Los expertos advierten que el veneno permanece en algunas especies varias horas después de muertas y recuerdan que la picadura sólo se produce por el roce con la medusa, ya que «ésta nunca ataca al hombre», precisa Rossi.
Larvas, juveniles y adultas llegan a la costa empujadas por la corriente mediterránea y por los vientos, pero cuando lleguen serán sus últimos días. Si esto no le consuela, piense que cada animal juega su rol importante en la naturaleza. El de estos organismos gelatinosos y elegantes consiste en controlar las poblaciones de larvas de peces. Si su fobia continúa, aprenda a discernirlas, esta información le servirá por si le vuelven a picar. «Las tres más frecuentes en la costa española son: la Pelagia noctiluca, la Cotylorhiza tuberculata (más conocida como huevo frito) y la Acalefo radiado», explica Rossi. La primera de ellas, fácil de diferenciar por su color rosado y sus «verrugas» marrones, se divisa prácticamente en todo el litoral. Tiene cuatro tentáculos gruesos y otros ocho marginales que pueden llegar a medir hasta dos metros. La segunda, que parece un huevo frito (de ahí su nombre), es más propia del sur y sureste del país. Tiene forma aplanada y una gran protuberancia central de color naranja oscuro. Y la tercera se detecta en toda la costa, pero sobre todo en Valencia y Cataluña y a veces también en el sur. Pero ojo con la Carybdea marsupilanes, la medusa más peligrosa de nuestra costa.
Fuente: Belén Tobalina para larazon.es
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