La alerta decretada en Alemania por la contaminación por dioxinas en los piensos de animales de granja es un ejemplo más de la batalla que se está librando para mantener a raya los denominados compuestos orgánicos persistentes (COPs). Se trata de alejarlos del organismo humano, que se ha convertido en receptor de múltiples contaminantes químicos presentes en el medio ambiente. Y la alimentación es la principal vía de entrada de estos productos. Pero el esfuerzo se parece al mito de Sísifo, eternamente condenado a subir una piedra que volverá a rodar cuesta abajo. Pese a los avances para arrinconar estos productos –muchos cancerígenos–, continuamente aparecen nuevas sustancias químicas en el mercado con contaminantes sospechosos.
La preocupación de médicos y epidemiólogos se centra en los compuestos químicos tóxicos y persistentes que se almacenan en el cuerpo humano. Nuestro organismo se ha convertido en un depósito de residuos industriales, pesticidas agrícolas, metales pesados y otras sustancias orgánicas como las dioxinas, de origen muy diverso. Muchas veces estos productos aparecen en los piensos animales, pero se los encuentran en varios eslabones de la cadena alimentaria. Dioxinas y otros compuestos persistentes se acumulan en los tejidos grasos de los animales (incluidos los de granja) y pasan al ser humano al ser ingeridas las carnes y derivados. Es una trampa infernal. En un área agrícola o de pastos contaminada por dioxinas, la vaca u otros animales ingieren su alimento, y con el paso del tiempo, las sustancias se van almacenando en las partes grasas de su carne, hasta que llegan al hombre cuando lo ingiere. En cambio, la ingesta a través de vegetales es muy inferior, pues, como estos compuestos quedan en los tejidos grasos, apenas aparecen en frutas, verduras u hortalizas.
Un bucle infernal
“Lo sucedido en Alemania demuestra que el gran problema está en la contaminación de los piensos, y, en concreto, en las grasas que se utilizan para fabricarlos. Se están aprovechando grasas de origen animal de mataderos para fabricar piensos. Esas grasas ya contienen dioxinas y compuestos organoclorados, que nunca han desaparecido. Hace décadas que están ahí, y ese reciclaje hace que sigan en la cadena alimentaria”, dice Miquel Porta, investigador del Institut Municipal d’Investigacions Mèdiques. El círculo vicioso es una espiral cuando confluyen además fraudes de aceites minerales para mezclas, malas prácticas o accidentes.
La mayor parte de estos compuestos ya no se usan, o no se comercializan, pero siguen en el medio ambiente. Su huella permanece. El DDT se prohibió en 1977; pero 30 años después se halla en muchos alimentos.
Dioxinas a la baja
Los distintos estudios de Josep Lluís Domingo, del Laboratorio de Toxicología de la Universitat Rovira i Virgili, y de Joan M. Llobet, de la UB, demuestran que la contaminación por dioxinas en el medio ambiente está bajando en los últimos años, según los resultado de las muestras de los alimentos mas representativos de la dieta en Catalunya. Los alimentos con más concentraciones de dioxinas son el pescado y el marisco (un 26%), seguidos de los derivados lácteos (un 14%) y los aceites y grasas (un 13%), según datos del 2010.
La OMS ha establecido como ingesta diaria tolerable un rango de entre 1 y 4 picogramos por kilo de peso corporal para dioxinas y DL-PCBs, mientras que los niveles de estos contaminantes medidos en Catalunya están en 0,5 picrogramos por kilo de peso corporal. En once años, la presencia de dioxinas en alimentos se ha reducido a menos de una décima parte: ha pasado de 210 a 13,94 picogramos de tóxico equivalente al día y van bajando. “Las regulaciones ambientales están dando resultados”, dice Domingo.
En las principales instalaciones emisoras de dioxinas se han introducido filtros (en incineradoras, cementeras...); y ahora, el tráfico aparece como el principal y gran causante. De la misma manera, han caído las tasas de plomo en el medio ambiente. Por ejemplo, en Tarragona, de una tasa de 15 microgramos por decilitro de sangre, medidos a finales de los ochenta, se ha pasado a tres microgramos en la actualidad (el tope de la OMS es 20). “Cada vez estamos en una situación mejor. No hay más contaminación, sino que se conoce y se estudia más”, añade Domingo.
Pero, en cambio, continúa el grave impacto ambiental causado por el mercurio, un metal muy presente en el medio acuático, especialmente en los grandes peces predadores. En ellos se acumula metilmercurio, una neurotoxina muy potente. Por eso, la Agència Catalana de Seguretat Alimentària recomienda que las embarazadas se abstengan de comer pescados como atún, pez espada o emperador, ya que el metilmercurio puede atravesar la barrera placentaria y causar daños neuronales en el feto.
Medidas ambientales y nuevos contaminantes
Ahora, se recogen los frutos de algunas batallas (dioxinas, plomo); pero aparecen contaminantes emergentes, como los compuestos polibromados (utilizados como retardantes de llamas en ropa, o equipos eléctricos y electrónicos) que pueden alterar el sistema endocrino de los seres vivos y tienen efectos negativos sobre las hormonas tiroideas y el sistema reproductor y neuronal. Y, de la misma forma, empiezan a analizarse los efectos de los perfluorados (usados en adhesivos, sartenes y paellas o envoltorios de pizzas y ensaladas). El temor es que estas sustancias migren de continente al contenido.
La UE anunció a finales del año pasado que se prohibía el bisfenol A en biberones, pues los estudios demostraban que podría afectar al desarrollo, la respuesta inmune y la generación de tumores. Al calentarse, el compuesto se desgaja del plástico y podría ser ingerido. También en el 2009 se prohibió una lista de ftalatos (plastificantes) considerados nocivos; y crece la preocupación sobre los productos químicos usados en higiene personal y cosmética (parabenes).
Sin embargo, aunque los niveles de contaminantes bajen en el medio ambiente, en cada persona las concentraciones de tóxicos van en aumento con el paso del tiempo, sostiene Miguel Porta. “El problema es que recibimos dosis a lo largo de toda la vida. Y pueden ser más importantes los efectos de una dosis baja, pero continuada, que los de una que sea alta pero recibida en un momento puntual”, dice Porta, muy preocupado por los efectos de los “mix de contaminantes”.
Porta echa en falta más controles, un inventario para identificar nuevo focos de dioxinas y una ley de Salud para generalizar los análisis para detectar la presencia de los COPs en sangre.
Impacto en la salud
Dioxinas y otros compuestos persistentes se almacenan en los órganos con grasa en el cuerpo, incluidos el tejido nervioso, el hígado, el páncreas o los riñones, dice Porta. La comunidad científica sigue preocupada en primer lugar por los efectos cancerígenos de algunas de estas sustancias. Pero además afectan al sistema inmunológico y reproductivo. “Las investigaciones indican que contribuyen a causar gran variedad de efectos dañinos, desde la infertilidad hasta el Alzheimer y el Parkinson. Estas sustancias contribuyen a causar la diabetes y la obesidad”, agrega Porta.
Los expertos precisan además que una reducida dosis no elimina los efectos cancerígenos. “Siempre comento a mis alumnos que si hubiera que fijar la dosis para que una sustancia cancerígena fuera segura les digo que sólo puede ser cero”, dice Domingo. Las dosis máximas admisibles de la OMS se refiere sólo a los efectos no cancerígenos. “Ningún médico dice la cantidad de tabaco que es aceptable para los pulmones. El cáncer depende probabilidades y múltiples factores”, agrega el catedrático de la URV.
¿Recomendaciones? “Cuantas menos grasas comamos, mejor. Este es un principio que no tienen contraindicaciones. A medida que reduzcamos las grasas, eliminamos contaminantes químicos, con lo cual, además, de prevenir riesgos cardiovasculares, nos sacamos contaminantes” del cuerpo, dice
Fuente: Antonio Cerrillo para lavanguardia.es
Puede dirigir sus consultas al Colegio de Veterinarios de Alicante enviando un mensaje a la siguiente dirección: secretaria@icoval.org