Pero no son policías corrientes. No articulan palabra, caminan a cuatro patas y son incapaces de sostener un arma. Son algunos de los Guías Caninos de la Policía Nacional, que forman parte del innovador proyecto BCL (Billetes de Curso Legal). Y el concurso de estos perros labradores, pastores alemanes y boxers se ha convertido en un factor imprescindible.
El proyecto nació el pasado mes de abril de 2009 tras un trabajo intensivo de preparación y adiestramiento. El secreto está en su olfato: pueden distinguir una partícula entre 100.000 y cualquier elemento que intente desviar su atención resulta completamente inútil.
No hablamos sólo de dinero, sino también de personas, cosas o sustancias. Así, son capaces de señalar el lugar en el que los traficantes, proxenetas o atracadores ocultan el dinero obtenido ilícitamente pese a obstáculos como dobles fondos y cajas de seguridad. El hecho de que el dinero esté enterrado o impregnado de aromas fuertes como la lejía o el perfume tampoco es un impedimento para estos agentes cuadrúpedos.
Alrededor de 80 perros, especializados en diversas materias, forman parte de esta brigada de Guías Caninos. Su trabajo habitual se centra en la localización de explosivos, pero tampoco hay que olvidar los estupefacientes, acelerantes del fuego y seres humanos –tanto cadáveres como personas incomunicadas–. Y, por supuesto, también están adiestrados para labores defensivas.
Eso sí, no descansan. Continuamente, los adiestradores trabajan con ellos en el perfeccionamiento de sus técnicas, así como en el aprendizaje de nuevas habilidades. Y desde el Cuerpo Nacional de Policía, consideran que estos animales se han convertido «en uno de los servicios policiales más representativos».
Una «vida profesional» de ocho años
Las capacidades físicas, de obediencia y concentración de estos perros se mantienen hasta los ocho años, edad en la que deberían «jubilarse». Y para que trabajen con eficiencia, su adiestramiento se basa en un método francés positivo. Para ellos, la búsqueda de pruebas es un juego. Actúan en función de su instinto de búsqueda y de cobro de premio: una recompensa traducida en el reconocimiento por parte de su guía
Fuente: J. V. Echagüe, para larazon.es
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