El pasado 30 de agosto, el secretario de Seguridad y Emergencias, José María Ángel, convocó de urgencia a la Comisión Consultiva de Festejos Taurinos Tradicionales para recabar “recomendaciones” a sus miembros con las que, en su caso, reformar la actual normativa para ganar en seguridad. Ángel reaccionaba así ante las cifras acumuladas de muertes de personas en los bous al carrer. Entonces eran siete y se igualó el récord de 2015. Ahora ya son ocho, una nueva y desgraciada marca para 2022. Con todo, el Consell Valencià de Col.legis Veterinaris (CVCV) ha aprovechado la invitación y ha remitido, de nuevo, sus propuestas. Y, como viene reivindicando desde hace años, ha insistido en la necesidad de hacer obligatoria la presencia de un veterinario para asegurar el bienestar de las reses -para hacer cumplir también lo exigido en el reglamento de 2015-, velar por la sanidad animal y por la seguridad alimentaria (en el caso de los toros cerriles). Para todo eso y también para reducir el riesgo o la gravedad de las posibles lesiones en las personas.
¿Cómo puede contribuir el veterinario a una mayor seguridad?. El CVCV -ajustándose a lo requerido por el secretario autonómico- ha querido dar respuesta a este interrogante.
Manejo, cuernos, estado físico...
Efectivamente, la ausencia de un veterinario impide que un profesional cualificado pueda revisar la documentación sanitaria de los animales, comprobar que las instalaciones donde se alojan son las adecuadas, que sus condiciones higiénico-sanitarias y de bienestar se cumplen o que el diseño del corral y su ubicación “permita un fácil manejo de los animales, que evite incidentes”, se advierte. Pero hay más.
El reglamento actual exige que las reses deberán tener “los cuernos despuntados y romos, de forma que ofrezcan menos peligro”. Pero todo eso, en lugar de a la comprobación previa del veterinario, se fía a una declaración del ganadero. En idéntico sentido, se podría hablar -según se advierte en el documento- de la falta de un control efectivo para evitar “el suministro clandestino de sustancias ‘dopantes’ al animal (para acelerar su recuperación o para que éste gane en la bravura deseada), lo que también ayudaría a incrementar el nivel de seguridad de los participantes”.
El reglamento actual tampoco establece determinados límites, como el tiempo de permanencia de los animales en las calles o su salida en condiciones ambientales adversas. Y no lo hace porque no existe una asistencia cualificada como la del veterinario para controlarlo. Un toro exhausto puede inducir a la relajación de los participantes y con ello incrementar el riesgo ante una reacción del animal, que resulta más imprevisible en tal situación.
Los informes post-mortem en caso de accidente letal de una res también permitirían “detectar las incidencias que condujeron a ése fatal desenlace” y evitar repetirlas, claro. Llevar un registro de todos los incidentes e incorporarlos después a la memoria “posibilitaría un mejor análisis de los mismos”, señala el documento
Independencia
El CVCV matiza que para que la figura del veterinario pueda contribuir a una mayor seguridad debería estar revestida de “objetividad, autoridad e independencia”.
Puede dirigir sus consultas al Colegio de Veterinarios de Alicante enviando un mensaje a la siguiente dirección: secretaria@icoval.org