La voz de Adrián Pandelet, representante de la Asociación Andaluza de Enfermeros Veterinarios (Aaevet), sube dos octavas al explicar la labor que desarrolla en la clínica veterinaria en la que trabaja. "Recibo a los pacientes cuando llegan a la consulta, los preparo antes de una operación, les hago análisis de sangre, asisto en las cirugías... Lo mismo que un enfermero haría en el hospital, pero la diferencia es que mis pacientes andan a cuatro patas". Esa, y que la suya es la única profesión relacionada con la rama de la sanidad, humana o animal, que no está regulada en España.
Por ello, en el otoño de 2013 nació Aaevet, que centra sus esfuerzos en conseguir la homologación de un título para los cerca de 4.000 auxiliares técnicos que ejercen su tarea en las clínicas veterinarias españolas, 500 de ellos asentados en Andalucía. Y es que, ahora mismo, se encuentran en el limbo laboral. Oficialmente, su profesión no existe.
Desde recogidas de firmas en change.org a debates on line, estos ayudantes veterinarios de Andalucía llevan meses intentando hacer realidad la promesa que el Boletín Oficial del Estado nº 41 recogió en 2011: una cualificación oficial para su profesión. Después de dos años sin recibir noticias, decidieron ponerse en contacto con los organismos encargados de diseñar y expedir los certificados de profesionalidad, el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) y la Dirección General de Formación Profesional. Superado este paso, cada comunidad autónoma debe iniciar el proceso para hacer oficiales las nuevas titulaciones, corroboradas más tarde por el Instituto Nacional de Cualificaciones Oficiales.
Sin embargo, desde las instituciones aseguran no tener constancia de que su certificado vaya a ser elaborado en un futuro próximo. "Ahora mismo estamos esperando una respuesta oficial, pero dicen no saber nada. No son capaces de explicar por qué está parado el asunto. Por el tema económico no es, porque hace unas semanas el SEPE aprobó 90 certificados de profesionalidad nuevos, muchos destinados a sectores de menor tamaño que el nuestro", explica Pandelet. También han intentado buscar el respaldo de los propios veterinarios, pero sólo han encontrado silencio. "El problema no es el intrusismo laboral. El problema es que se subestime a los veterinarios a favor de los auxiliares", aseguran desde el Centro Veterinario San Bernardo de Sevilla.
Según los datos publicados por la empresa catalana Veterinary Management Studies, los ingresos a largo plazo de las clínicas veterinarias en los últimos años mantiene una tendencia positiva. "La gente sabe que sus mascotas no son bienes de lujo y va a seguir, pese a la subida del IVA , llevándolas al veterinario, por el riesgo para la salud, humana y animal, que supone prescindir de las vacunas", razona Pandelet. "Esto significa que nuestra profesión seguirá creciendo". Echando la vista atrás, una de cada tres clínicas contaba en 2000 con un ayudante. Cinco años más tarde, casi el 60% de los hospitales veterinarios disponían de enfermeros en su plantilla. "Como en todos los sectores, nuestro colectivo tiende a la especialización y a una mayor asignación de responsabilidades en áreas concretas para que se ejecuten con un alto grado de exactitud, por lo que se crea una necesidad irremediable de mejora en la formación y, así, el reconocimiento oficial de esta profesión", subraya Pandelet.
Algunos son conscientes de ello y por eso, desde hace unos años, han aparecido academias que ofertan estudios de auxiliar veterinario asegurando que, cuando el título se haga oficial, la convalidación será automática. "Nada es verdad. Este tipo de academias se lucra de la ilusión de la gente. Con la homologación del título también acabaríamos con esto", sentencia el portavoz de Aaevet.
En la asociación destacan las ventajas de la certificación de su profesión: la creación de empleo a largo plazo estaría asegurada. "Un veterinario contrata antes a alguien que puede demostrar su conocimiento que a alguien que solo tiene palabras", argumenta Pandelet. En algunos países de Europa, como Alemania, Noruega, Holanda, o Dinamarca, disponen desde hace años de una formación específica para los auxiliares de clínicas veterinarias. Incluso en el Reino Unido el nivel de formación de estos especialistas ha alcanzado el grado de titulación universitaria. Pero la falta de un título oficial que acredite su cualificación sigue siendo una traba para poder ejercer su oficio incluso en los países en los que esta goza de prestigio. "Me han llegado ofertas de empleo de fuera, pero el coste para acreditar mi experiencia hace imposible aceptarlas. Ni puedo trabajar aquí oficialmente, ni puedo permitirme irme fuera a ejercer mi profesión", se lamenta Adrián Pandelet con voz cansada, dos octavas por debajo de su tono habitual.
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