Investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén y de la Universidad de la Ciudad de Nueva York han analizado por qué los tentáculos de los pulpos no se anudan entre sí, a pesar de no ser conscientes del movimiento de sus tentáculos y de tenerlos recubiertos de ventosas.
Este trabajo revela que la piel de los cefalópodos desprende un compuesto químico que inhibe el de dichas ventosas.
"Nos ha extrañado que nadie antes que nosotros se hubiera preguntado por este fenómeno", comenta Guy Levy, autor principal del estudio y científico del departamento de neurobiología de la Universidad Hebrea de Jerusalén. "Nos ha sorprendido mucho la solución brillante y simple que tiene el pulpo para este problema que podría ser muy complicado".
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